
Cuando apenas los rayos de sol asoman por esas viejas persianas, dos enfermeras entraron en nuestras habitaciones irrumpiendo el sacro silencio matutino. Abrieron de par en par cada ventana y la puerta, para que la privacidad huya despavorida.
Dejaron el desayuno y continuaron con su rutina.
Poco me importó, me escondí debajo de mi almohada y seguí durmiendo.
No sé cuanto tiempo pasó, pero mientras que me encontraba boca abajo escapando de la luz, enroscada en gruesas sábanas blancas, una mano fina y fría acariciaba mi pierna muy suavemente.
De repente esa especie de crema que me estaba untando casi hasta la ingle de arriba hacia abajo comenzó a quemar.
-Tranquila, cariño, no te des vuelta. – dijo una voz femenina y a decir verdad me pareció familiar. Pero eran días que me parecía conocer a personas y después todos teníamos diferentes versiones. Así que seguí disfrutando de aquel placer.
-Muy bien la recuperación, ahora date la vuelta que quiero ver tu rodilla.- dijo ella.
-Ohhhhhhhhhhh!!!! Cuando la vi. Sí, era familiar su voz y ella, aunque llevaba un guardapolvo blanco, ¿será un complot?, me pregunté. De repente uno entra al hospital y todos son médicos y enfermeros.
-Cariño, ni que hubieras visto un fantasma. Mi nombre es Rebeca, soy tu quinesióloga.
-Sí, lo sé, tú eres Rebeca, has venido a explicarme todo ¿no?
-Sí, claro, te estas recuperando de un disparo en el muslo derecho, no has perdido ni movilidad ni sensibilidad, puedes estar tranquila. Mañana comenzaremos con ejercicios.
En ese momento llegaron los médicos y también llegó él con un ramo de margaritas, mis preferidas.
Esta vez no pudo escapar y contestó a todas mis preguntas.
Como acabara???? Estoy super enganchada!
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