
En ese instante el silencio fue sepulcral. Sabemos a ciencia cierta que ver las caras de los bandidos significaba una sola cosa. Muerte.
Para sorpresa personal, uno de ellos era una mujer de intensos ojos felinos y labios de fresa que con poca amabilidad nos invita a dejar todo en nuestros asientos y movernos hacia el final del vagón.
Uno de ellos el más alto con una camisa blanca desabrochada y con poca apariencia de malhechor, sonreía con picardía a todas las mujeres, mientras buscaba algo debajo de los asientos.
Mientras todo parecía moverse a cámara lente, Rebeca entablaba conversación con un chico.
-Hola linda, Soy Germán F ¿y vos?
-Rebeca- respondió como embobada. Omitiendo el RH.
Los miré sorprendida acaso ¿eran de otro planeta?
Se acerca uno de ellos con gestos bruscos y separa del grupo a Rebeca Rh y a Germán.
- Ellos nos servirán para escapar.
-¿Y nosotros? – Pregunta la mujer brasilera casi farfullando.
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