
Abro la puerta de la calle y veo como ella se aleja en un taxi.
La pirata se escapó de mí, tan vertiginosamente como lo fue su llegada.
Con incertidumbre y agobio vuelvo a casa.
Él pide perdón y jura amor eterno.
Explica entre lágrimas una lista de pavadas recitando un malogrado arrepentimiento.
Respiro profundamente, tomo su mano y le digo:
-No llores, podemos seguir siendo amigos...
Mientras lo acompaño a la salida.
Guiada por una fuerza misteriosa comienzo a preparar una mochila.
Un nuevo viaje me espera…
¿Pero dónde?
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