Una botella de tequila vacía yacía frente a mis ojos, ojos pequeños e hinchados de un mal dormir sobre la mesa del salón. Me pongo de pie aún aturdida buscando el aseo, y para estrenar mi día vomito todo por el suelo.
Entre el asco y el malestar en el espejo del baño alguien había dejado su número de teléfono, con una sugerente advertencia:
689……555 urgente, el jefe.
Como relámpagos en una noche de tormenta, recuerdo la fiesta del día anterior, - ¡estamos en una nueva misión!- grité para mis adentros. Recobrando la energía necesaria para subir al primer piso pude ver a mis tres colegas durmiendo en diferentes habitaciones (uno de ellos, el más guapo, ¡desnudo!).
Antes de dar la alarma y gritar ¡nos emborracharon a todos, el jefe nos va a matar!, me acerqué a inspeccionar al bello exhibicionista y ¡qué bien dotado estaba!
Pensar que esa misma mañana con mi galopante resaca me creía de vacaciones en una isla caribeña, pero mi parejo bronceado y el cálido mar que se veía desde el ventanal, confirmaba que estábamos en la playa pero ¿en dónde?, ¿en qué país nos encontrábamos?, y por cierto nada de relax, en plena época laboral, ¡puf!.
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